domingo, 10 de julio de 2016

LA FUENTE Y LA MUERTE, Pedro Sevilla




La fuente y la muerte: memorias
Pedro Sevilla
Editorial Renacimiento. Biblioteca de la memoria
(2ª edición) Sevilla, 2016




           Pedro Sevilla (Arcos de la Frontera, 1959) es poeta y novelista. Es columnista de prensa y ha colaborado regularmente con el suplemento Citas de Diario de Jerez, el semanario local Arcos Información y otros medios. Parte de su obra se ha traducido al portugués y aparece en distintas antologías. En 1990 publica su primer cuaderno de versos al cuidado del poeta Francisco Bejarano. Su primer libro se editó también aquel año titulado Y era la lluvia, amor. En 1992 publica Septiembre negro. Con La luz con el tiempo dentro consigue el accésit del Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti (1995).

           Pedro Sevilla ha sido siempre muy consciente de todo lo que ocurría a su alrededor, quizá por eso tuviese abandonada esa parte de inocencia que caracteriza a los niños. Sevilla nos recuerda a César Vallejo por la intensidad de sus sentimientos; siente empatía por aquello que le rodea. 
           De otro modo, se nos revela un carácter responsable que ensalza muy bien aquella "pérdida de la inocencia" al considerarse culpable de todos los males de su familia y, en otra medida, del mundo también.

           Es curioso cómo compara a su Tío Frasquito con don Quijote por disfrazar la realidad, siendo él mismo quien imagina parte de la historia que nos relata: "La verdad es la que yo he creado" no dice. También nos llama la atención que teniéndole tanto miedo a la muerte se sienta atraído por ella, por sus rostros y rotos. Siempre se asoma a las sombras sabiendo lo que va a encontrar, lo que va a provocar en él y, sin embargo, se adentra en ellas con una facilidad asombrosa.

           Al leer su relato imaginamos que un sol ilumina cada página del libro. Por qué no lo sé. Quizá sea esa vitalidad que irradia a pesar de estar rodeado de muertes. Toda esa vitalidad va acompañada de optimismo, de una luz que sólo sabe ver nuestro poeta y, lo más importante, que sabe interpretarla y hacerla suya.

           Su afición por le teatro, o mejor dicho su pasión, hace que se olvide de ese niño que era para convertirse en otros personajes, vivir otras vidas y experimentar nuevos y diferentes sentimientos. Esa soledad elegida por Sevilla es clave también en la configuración de su personalidad, en su concepción del mundo, de ser y estar en él. La consciencia que por ese entonces ya barruntaba la voz de un gran poeta.

           Es delicioso el cuidado que le otorga a las palabras cuando habla de su madre y de su abuela. Y decimos delicioso porque podemos saborear su dulzura y cariño hacia ellas. Y es delicioso porque no reside en él ni una pizca de odio a pesar de las muertes y la vida, del rechazo de los niños del colegio, de las situaciones sociales. Pedro tiene la fortaleza de un corazón adulto y la ternura de un niño que es feliz -posiblemente- sin grandes lujos.

           Pedro Sevilla con La fuente y la muerte nos conmueve, nos deja un sabor agridulce y un nudo en la garganta. La belleza con la que describe los momentos más dolorosos es admirable hasta tal punto que hace que nos preguntemos si el dolor también es hermoso para terminar afirmándolo. Siempre causa rechazo hablar del sufrimiento pero si supiéramos expresarlo como el poeta sabríamos aceptarlo de mejor manera. Pedro Sevilla es la fuente donde se refleja la muerte y la muerte que se hace más liviana en la fuente.





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